LA UNIDAD APROPIADA EN EL TERRENO APROPIADO
Si todos los santos regresaran a “Jerusalén”, no habría problema. El problema existe porque algunos creyentes están dispuestos a regresar, pero la mayoría no. ¿Debemos entonces permanecer en las divisiones? No, debemos regresar al terreno de la unidad. Algunos dirán que, al regresar a esta base, estamos creando más divisiones. Dirán que antes no había tantas divisiones, pero después que regresamos al terreno genuino, hay más divisiones. Ellos dirán que hemos aumentado el número de divisiones. Pero nosotros no debemos aceptar esta acusación porque, en realidad, no estamos causando una división sino recobrando la unidad genuina. La unidad genuina solamente puede encontrarse en el terreno genuino. Permanecer en las denominaciones equivale a guardar las divisiones. Cuando regresamos a “Jerusalén”, regresamos a la unidad apropiada y no tenemos la culpa de ninguna división. Entonces, ¿quién es el responsable? Los que no regresan al terreno original de la unidad.
En 1937 fui invitado a comer con algunos líderes cristianos. Casi todos los líderes de las denominaciones de esa ciudad estaban allí. Después de un rato dijeron: “Hermano Lee, le hemos oído decir que todos debemos ser uno. Pero cuanto más usted habla acerca de la unidad, más división crea”. Entonces contesté: “Hermanos, ustedes saben que los creyentes en Corinto estaban divididos. Algunos decían que eran de Pablo, otros de Apolos, de Cefas, e incluso de Cristo. Pero el apóstol Pablo los reprendió a todos. A la luz de esto les preguntaría, ¿piensan que es correcto que yo tome el nombre de presbiteriano o luterano o bautista?”. Ellos respondieron: “No, no le pediríamos que lo hiciera”. Así que les dije: “Entonces, ¿qué haré? Como no me piden que sea un presbiteriano, luterano o bautista, ¿qué haré y adónde iré?”. No pudieron contestar. Continué: “Ya que amo al Señor, debo predicar el evangelio, e indudablemente algunos serán salvos por medio de mi predicación. Como ustedes han dicho que no debo estar en una denominación, ¿debo enviar a los que han sido salvos a una denominación a la que no puedo unirme?”. Aún no podían contestarme. Entonces con denuedo dije: “Así que, pueden ver que estamos obligados a mantenernos sobre el terreno de la unidad a fin de congregarnos de manera apropiada. Ustedes dicen que nosotros causamos división, pero ¿a quién se deben las divisiones? Si todos ustedes abandonaran los nombres denominacionales y los elementos sectarios, y se reunieran como la iglesia local en esta ciudad, inmediatamente les pediría a los hermanos que cerraran nuestro local de reunión”. Ante esta opción ellos menearon sus cabezas y dijeron que eso sería imposible. Por tanto, dije definitivamente: “Entonces, ¿a quiénes le echamos la culpa de las divisiones?”.
No debemos aceptar esta clase de acusación. Ellos insisten en guardar las divisiones, sin embargo, condenan a otros por crear divisiones. Aparentemente, aquellos israelitas que regresaron a Jerusalén aumentaron el número de grupos; pero realmente, la responsabilidad por las divisiones no recaía sobre ellos. La responsabilidad recaía sobre aquellos que insistieron en quedarse en la cautividad y no obedecieron el mandato del Señor en cuanto a regresar a Jerusalén.